- Pude acabar mi primera novela rusa.
- Es posiblemente una de las lecturas menos juiciosas y atentas que he hecho en mi vida y creo que me perdí de mucha de la importancia que hay en su contexto y en los ensayos e ideologías que se reparten en el libro, con eso dicho, me gustó bastante más de lo que pensaba.
- Una de las cosas cosas más confusas y que más me demoraron el entender la historia es la cuestión con los nombres de los personajes, que parece que cambian constantemente.
- Pasa el Bechdel test, cosa que no me esperaba. Y los personajes femeninos no son terribles.
- Perdí la cuenta de la cantidad de veces que Jivago pide que lo dejen hablar y se explaya en discursos que nadie había pedido.
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Los tres tenían una de esas conversaciones de verano, perezosas y lentas, que tienen los antiguos compañeros de colegio, cuyos años de amistad han dejado ya de contarse. Cada uno conoce perfectamente el ritmo que lleva la conversación.
Siempre he experimentado aversión por las personas que no tienen nada en común conmigo.
Por todas partes todo fermentaba, crecía y ascendía y advertíase el mágico fermento de la existencia. La intensidad de la vida, como un viento silencioso, avanzaba a grandes oleadas, sin saber dónde, sobre la tierra y el pueblo, a través de las paredes y los recintos, a través de la madera de los árboles y los cuerpos de los hombres, abrazando con su estremecimiento todo cuanto encontraba en su camino.
Antipova se sentía molesta y el médico se enfurecía, pero la señorita, como todas las personas extravagantes, amaba por encima de todo sus propias fantasías y por nada del mundo habría prescindido de ellas.
Yuri Andreievitch le había contado sus dificultades en adaptarse a la lógica sangrienta de exterminación mutua, a la vista de los heridos, especialmente ante el horror de ciertas heridas producidas por las armas modernas, ante los supervivientes mutilado, reducidos por la técnica de la guerra a fragmentos de carne que no tenían nada de humano.
Era para ella un aire más bueno que el padre y la madre, más tierno que el hombre amado y más sutil que cualquier libro. Durante un instante revelábase para Lara, como nuevo, el sentido de la existencia.
Estaba indignado consigo mismo por haber pregonado a un estúpido como Vivolotchnov sus pensamientos más íntimos sin haber causado en él la más mínima impresión.
Pero se había acostumbrado a los cambios y, en una situación de constante interinidad, no le sorprendía la ausencia de su padre.